domingo, 14 de febrero de 2010

Breve relato sobre Catalina. (Primera Parte)

El invierno parece interminable, mis piernas no lo soportarán más, se me acalambran y apenas si me permiten caminar. Espero el camión (bus) en la parada, como cualquier otro día; mi boca suelta vaho caliente contra el viento, volteo hacia la acera de enfrente y ella viene cruzando la avenida, veo en ella ese toque angelical que a diario admiro por las mañanas, su sonrisa ilumina mis dias más sombrios, ella es el ser perfecto que jamás creí llegar a conocer, se dá cuenta de que la observo y me saluda sacudiendo su mano enguantada al aire. Cuando se aproxima la saludo con un beso en su dulce mejilla, y me sonrie. Catalina, ese es el nombre del bello ser que idolatro. Catalina creció en una ciudad pequeña, de familia religiosa hasta los huesos, niña bien, muy culta, educada en el mejor colegio de aquella ciudad -por supuesto que por monjas estrictas-, habla francés y conoce bien el latín escrito, toca muy bien el piano -aprendió a tocar en Bellas Artes (México, D.F.) en las vacaciones de su infancia, instruida por una maestra de apellido "Blanca"-, y sus padres no le permitierón romper ni un plato... hasta que ella decidió romperlos al llegar a la adolescencia, a pesar de que fue tachada de atea y de hija pródiga, sólo por que no quiso ir a la aburrida misa dominical, e incluso las monjas, les recomendaron a sus padres buscar a un sacerdote exorsista, "antes de que sea tarde" dijerón ellas.
Lo más deprimente para Catalina fue cuando ella notó que no podia ocultar más su homosexualidad, pero creia que si se lo contaba a su madre, ésta pensaría que ella era una abominación. Catalina misma se rompía la cabeza pensando que era una enferma, que eso no estaba en la ley de Dios, que se condenaria por sentir esa atracción y bienestar que de vez en cuando le producia una que otra femina adolescente; tambien creia que sus amigas la verian con asco y le dejarian de hablar, pues a final de cuentas le habian inculcado desde la cuna, que ese tipo de sentimientos eran más que prohibidos, pues era un pecado mortal según sus creencias familiares. Un día pensó que si a final de cuentas ya tenia ganado el infierno, pués deshacerse ella misma de su vida, no le haría cambiar su destino, así fue como intento cruzar la linea blanca, para tratar de llegar hacia la linea negra.
Por fortuna fue llevada a tiempo al hospital, donde un médico evitó, que ella llegara hasta la linea negra. Ahí conoció a Andrea, un enfermero, quien pronto se hizo amigo de Catalina -y él fue la unica persona en quien ella confió, por lo menos en esos tiempos-. Al estar en observación médica, Catalina le confesó a Andrea las razones que tuvo para tomar esa decisión. Casualmente Andrea era homosexual tambien, él le contó su historia propia a Catalina y le ayudó a entender su homosexualidad, le hizo ver que no estaba enferma y que si bien, no todo es fácil para una persona homosexual, lo que importa es defender sus derechos de amar a quien uno quiera y no dejarse vencer por mucho que dure la tormenta. Todo eso ocurrió cuando ella tenia 16 años. Catalina no estaba lista para contarles sus preferencias a sus padres, pensó que lo haría hasta que sus padres volvieran a confiar en ella y si es que ellos la amaron alguna vez, la amarian tal cual, sin quererla cambiar, y que tarde o temprano la aceptarian como es. Ella se aferró a esa idea, a ese escenario imaginario en el que veía a sus padres sentados a la mesa, vistiendo de gala, mientras ella les presentaba a el amor de su vida: una chica; cuyo rostro aún desconocia.

2 comentarios:

㋛۞¤ ๋•♣♠El miedoso♠♣ ๋•¤۞㋛ dijo...

\\\///
(ª_ª)
el relato marcha fantastico¡¡¡
esperemos a ver q le depara la vida a la tierna Catalina¡¡¡¡
un besooooo¡¡¡

A Lady Blue dijo...

gracias por opinar a ambos...

sombras que han pasado...